Las Ilusiones Perdidas - Concha Caballero

Cuelgo en mi blog este artículo publicado por El Pais y escrito por Concha Caballero porque creo que define perfectamente mi situación y la de muchos amigos mios repartidos por Australia, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Canada,etc. En mi opinión creo que al final será España la que acabará pagando esta fuga de talento:

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".

Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.

No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomera- ciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de aconteci-mientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.


Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.
No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.

En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.


No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía y Castilla La Mancha, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

Comentarios

  1. Hace unas semanas en las Jornadas de Economía Española de la UA hablaban del tremendo terror que les acusaba a algunos al ver que la generación mejor formada de la historia de España y que si se mantiene la evolución demográfica será la encarga de mantener las pensiones de una población cada vez más envejecida, se están marchando y los que se quedan sufren las tasas de paro del 48%. Si la situación es complicada ahora como cita Concha Caballero, pero peor parece el futuro.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo. Hace tiempo tuve una conversación con un amigo de Mali y me decía que los ingenieros y abogados de su pais venían a recoger fruta y que, aunque mandaban la mayoría de su dinero a su pais, allí no quedaba gente que hiciese crecer el país.

    Cuando el talento es exportado lo único que queda es el gasto. Sin emprendedores, sin investigadores, solo somos hospitales llenos, jubilados, parados y políticos (los que más dinero nos cuestan!)

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    1. Y tiene esto solución?. Porque si los que van a solucionarlo son los que se han quedado dentro, arreglados estamos. Yo voy un paso más allá. Vivo (o vivía) en Andalucía, más concretamente en Sevilla (el paraíso de la buena vida- por supuesto, simulada. Y es que los sevillanos son gente de aparentar) y tuve que dejar VOLUNTARIAMENTE, por dos veces consecutivas, un trabajo, bien remunerado, porque ya sufría hasta crisis de ansiedad por la infinita incompetencia. Desde mi experiencia, que son 7 años, probablemente si a la gente con ganas, formación, ilusión, motivación y ética (esto último muy importante en Sevilla) le "dejasen trabajar", probablemente nos iría mejor, infinitamente mejor que ahora. Y lo dice uno que ha visto desviar miles y miles de euros y rechazar contratos de miles y miles de euros con empresas extranjeras porque, literalmente: "no podremos afrontar la carga de trabajo del contrato y no podemos firmar un contrato con alemanes porque no entendemos lo que dicen en Inglés". Así que, yo dí el paso más allá, como no te dejan trabajar, me voy. Y me alegro de mi decisión. No me alegro de que mis impuestos y mi formación sean para otro país, pero es lo que España (y la mentalidad de muchas personas, aquellas que están en las posiciones estrategicas a nivel político y empresarial) quiere. Mas que fomentar la competitividad y productividad, lo que habría que eliminar es a todos los incompetentes que hay en nuestro país. Desgraciadamente, esto no se puede. Ellos sembraron la semilla y, degraciadamente, otros recogeran los frutos. Los frutos de esa pérdida de "capital humano", básico para el crecimiento de un país. Que duerman tranquilos.

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